sábado, 23 de julio de 2011

Desde un lugar lejano.

Hermanito, ¿porqué no has vuelto aun? Aquí me aburro mucho, me aburro yo solo. Los tíos nunca juegan conmigo, y Margarita siempre está muy ocupada. La ciudad no me gusta. En el pueblo podía ir a pasear o a jugar con otros niños, aunque no los entienda mucho. Pero la ciudad es muy aburrida, no voy ni a la escuela como en Madrid. En una casa tan grande me siento muy solo, nuestra casa también es muy grande pero como somos muchos es como si fuera más pequeña.

Nunca había pensado en estas cosas, nunca había pensado en lo bonita que es nuestra casa y en que en ella sí me lo paso bien. Yo ya quiero volver a casa, ya no quiero estar más en esta que siempre está oscura y huele a polvo. Quiero veros a todos ya, hermanito.

El otro día tuve un poco de fiebre, no ponía que tuviese más de treinta y siete, pero Margarita se puso muy nerviosa. Pero yo me encontraba bien, me aburría pero me encontraba bien. Ella me hizo meterme corriendo en la cama, parecía que me fuese a morir, siempre es un poco exagerada. Si tú hubieses estado allí, hermanito, podrías haberla dicho que no me pasaba nada malo. Pero no estabas allí.

Margarita me ha dicho que te ha vuelto a escribir una carta, que la ha mandado a casa. Pero no contestas… ¡¿Por qué no contestas nunca?! ¡Han contestado todos, Alejandro, Pedro, papá…! ¡¿Por qué tu no lo haces?! Parece que ya no te importo, hermanito. No entiendo que es lo que he hecho, si he hecho algo malo, hermanito, perdóname. No sé que es, pero por favor perdóname y vuelve. Te hecho de menos, vuelve pronto.

Tengo mucho calor, ¿por qué hace tanto calor? No paro de sudar y toser, tanto he tosido que me he hecho sangre. Me duele todo, de la cabeza a los pies. No puedo salir de la cama, no tengo fuerzas ni para estar de pie. Margarita no me deja solo, eso es muy bueno y me hace sentirme bien. Pero os hecho de menos a todos, a todos mis hermanos y también a papá, me gustaría que estuvieseis todos conmigo. Ella siempre me dice que no podéis venir a Valencia porque tenéis mucho trabajo. Pero me gustaría que estuvieseis todos.

El otro día, con la cabeza bajo la sábana, estuve pensando. Si tuviésemos una mamá no haría falta que os preocuparais por mi tanto. Todos los niños de mi escuela tienen una mamá, van con ellos hasta la puerta del colegio y les cuidan cuando están enfermos. ¿Por qué nosotros no tenemos una? Yo solo os tengo a vosotros, mis hermanos, pero aunque seáis muchos sé que os molesto mucho. Tal vez por eso ya no me quieres, os molesto. No me queréis ya porque soy un niño malo, por eso estoy aquí. ¡Jo! Ya estoy llorando otra vez, nunca voy a acabar esta carta.

Ayer, hermanito, volví a tener mucha fiebre. Margarita llamó al médico, al principio pensé que vendrías tú pero no… era un señor gordo y feo que me puso una vacuna y me hizo daño. Pero seguía estando mal. Cuando me fui a la cama pasé mucho calor. Lloré mucho, todo me dolía, no podía respirar. Margarita también lloraba, y eso que ella no llora nunca. ¿Por qué lloraba? ¿Tan mal estaba?

Me muero, hermanito, me estoy muriendo. No quiero, no quiero, no quiero morirme. No paro de sudar y de llorar, escupo sangre y no paro de toser. Me quedo dormido sin querer, no puedo despertar aunque lo intento. Grito tu nombre, quiero verte hermanito, necesito verte. Quiero pedirte perdón antes de morirme. Para que veas que soy un niño bueno.

Noto tu mano, sé que es tuya porque es fría, tu mano siempre está fría, hermanito. Me pones la mano en la frente parece que se me pasa el calor. Abro un poco los ojos, todo está luminoso, pero te veo, me sonríes como lo hacías antes. ¿Ya no estás enfadado? Lloro de nuevo, pero ahora de alegria. Ya nada me duele, no grito, no toso… Ahora todo está bien. Porque estás aquí hermanito.

He logrado acabar la carta, me ha costado muchos días porque no se hablar muy bien. Pero lo he hecho, no hace falta que contestes si no quieres, ya da igual. Ahora sé que te importo, porque te metiste en mi sueño mientras me moría.

Gracias hermanito.

Te quiero, te quiero mucho, os quiero a todos. Mamá dice que también os quiere, ahora ya está conmigo, asíque no te preocupes no me siento solo. Aunque sigo echándote de menos.

Adiós hermanito.

-----
Luis Hurtado Iturrioz murió el 26 de octubre de 1898 a la edad de diez años tras sufrir meningitis tuberculosa. Ocho días después su hermano Andrés recibió esta carta desde algún lugar lejano. Nunca pudo contestarla.